sábado, 7 de noviembre de 2015

Kaifen y el hotel Chino.


Llegamos a Kaifen, tras un viaje en bus bastante movidito y otro en tren muy desagradable (tren chino lento).
 Los trenes chinos los dejamos para otra ocasión, tuvimos 2 semanas de sobra para saborear, oler, y degustar la experiencia. Pero,y eso que el trayecto duró media hora, yo salí jurando no volver a montar en uno como ese. Muy incómodo y estrecho, con unos asientos duros y una falta de intimidad absoluta. En general, la intimidad es algo que carece de significado en China. En eso se puede decir que son muy comunistas. Solo hay que ver los baños, y como hacen sus necesidades con la puerta alegremente abierta, que da gusto. 
Yo tenía una familia enfrente, recién salidos del campo, y tres hombres al lado, jugando a las  cartas. A los chinos les encanta jugar a las cartas, no importa con quien. Te tratan como si te conocieran de toa la vida, aunque quizás más la gente humilde que la de ciudad.
Es increíble la cercanía con la que conversan sin conocerse de nada.
En esto los occidentales deberíamos aprender.

LA INTOXICACIÓN:
He de decir, que tras dos días en China comiendo en restaurantes y en puestos de calle nos sentíamos invulnerables. Nos habían dicho que la diarrea en China es un mal ineludible, por la falta de higiene. Pero después de dos días, pensamos que el peligro había pasado... ilusas


Antes de coger el tren, como ya era tarde cenamos en un restaurante en la estación que podría ser denominado de comida rápida, cuya especialidad eran los noodles fríos (ayss, es pensarlo y me entran sudores fríos).
Pedimos la especialidad de la casa, noodles con una salsa fría y carne, y una cocacola. Todo por 12 yuanes... que viene a ser como un euro y poco.
Cogimos el tren poco después y llegamos a Kaifen, donde tras parar en un hotel chino en el que no aceptaban lawais (o sea, extranjeros) nos fuimos a otro cercano, alquilamos una suite para 5 que éramos, 400 yuanes, pago por adelantado ( en china siempre), y nos fuimos a dormir.
Y aquí entra otro apartado del viaje


EL HOTEL CHINO 
Cierto es que sólo entramos en tres, no quiero imaginar los que se anuncian por 10/15 yuanes la noche. Seguro que se duerme mejor en la calle.
El estilo chino es un poco así como cuando barres y escondes la mierda bajo la alfombra. Limpio en china no hay nada, al menos que yo haya podido ver. Las sábanas parecían cambiadas eso sí. Cuando Paul Theroux fue (1980?) escribió que las cambiaban cada 3 días. Yo preferí no pensar mucho en eso. Ah y dato importante: en los baños chinos NO se puede tirar papel.
Había una moqueta que nadie se atrevió a pisar descalzo, una habitación con dos camas grandes que daban a edificios, y un sofá con dos camas supletorias. Ahí durmieron nuestros amigos. 
1· experiencia: La wifi no funcionaba así que llamamos a recepción para que subieran a arreglarlo. Llegó un chavalín de mala pinta, delgaducho, con cara de malas pulgas, y tras toquetear el aparato del wifi, toma una cerilla y saca un machete, si como lo leéis, un machete, pela con él la cerilla (debe ser que no tendría el jamonero a mano). Yo me alejé de él, y miré a los chinos que no parecían en absoluto extrañados. La insertó delicadamente en un agujerito del aparato y satisfecho, dijo algo y se fue. 
En china, nos  cuentan mis amigos, si te van a atracar la gente no te saca una navajita, si no el machete o directamente la katana... no se andan con chiquitas. 
Después de darnos una ducha, que ya iba siendo hora, Carmen y yo nos fuimos a la cama, agotadas, mientras estos salieron a la recena (los noodles les supieron a poco). 
Lo siguiente que recuerdo fue despertarme a las 12, con un hondo malestar, que nacía en el estómago e irradiaba todo el cuerpo. Tras un rato de lucha contra el cansancio que me ataba a la cama, vencieron las náuseas. Me levanté, contemplando envidiosa como Carmen dormía plácidamente a  mi lado. Creí morir en cuanto puse los pies en el suelo. Me arrastré hacia el baño como pude. Todos dormían en la habitación. Intenté expulsar el fuego que tenía dentro. Fue incluso peor... dios como me dolía el estómago. No recuerdo si lloré.
Volví cuando pensé que ya no quedaba más, sabiendo que sólo acababa de empezar y  encontré a mi hermana esperándome despierta cubierta con el mismo sudor frío.
 La cena nos había sentado mal. ¿Fue el hielo, la salsa de los noodles que yo casi podía paladear en esos momentos, y me llevaba por el camino de la amargura?? Nunca lo supimos. Pasamos una terrible noche turnándonos el retrete, cada una con lo suyo, entre el limbo y el baño.
Nuestros amigos no se pisparon de nada. A la mañana siguiente, cuando nos levantaron para ir a visitar el parque cultural de kaifen, se encontraron dos despojos pálidos y consumidos que daba pena oír hablar.
Sin embargo pensamos, ay ilusas, que esto sería una gastrointeritis más, que pasaría con descanso y ayuno, no quisimos ir al médico, más por la perspectiva dolorosa de tener que levantarnos de la cama que por la necesidad. Así que nuestros amigos partieron prometiendo volver sobre las 6 y nos quedamos en la cama. Yo al fin caí rendida... pero Carmen... 
Como ya he dicho y subrayo la importancia de NO tirar papel higiénico al váter. Pues bien, en una de las múltiples visitas, Carmen lo olvidó y se atascó, dejando una montaña creciente de desechos humanos y agua. Básicamente la comida de dos días enterita. Y a todo esto la necesidad apremiaba y no se hacía de esperar.
Como yo no tenía fuerzas ni pa levantarme ya, Carmen decidió bajar a recepción, a intentar hacerles entender que necesitábamos que arreglasen el baño urgentemente. Este episodio fue un poco duro, y como no fui yo la que lo viví y no se hasta donde contar dejaré un espacio en blanco. 
Al final debimos de darles penita, y subió el chico del machete, al que seguramente le entusiasmó tener que desatascar ese váter. Nos dedicó unas miradas de lo más simpáticas. Y al fin pudimos tumbarnos tranquilas ya.


Cuando llegaron nuestros amigos nos llevaron al médico. Allí nos pincharon varios botes de suero y esa noche por fin cenamos algo.



 Aquí debo decir lo BIEN que se portaron con nosotras nuestros amigos chinos, que aparte de salvarnos la vida (yo de verdad que no se que habríamos hecho allí las dos solas, morir en la habitación? Si  casi no nos teníamos en pie) y  a saber como explicas tu todo esto en chino! en kaifen ni quisqui hablaba ingles.
En fin, no se como puedo dibujar la desesperación de vernos allí impotentes, encerradas, demasiado débiles para poder pedir ayuda. Y cuanto valoramos lo bien que nos cuidaron. Nos trajeron comida a la habitación, comida china buena, esto es comida sana y de calidad. La mejor, debo añadir, que probamos en china.

Al día siguiente, lunes dimos por acabada nuestra frustrada incursión a kaifen y volvimos al templo. Ya bastante recuperadas, aunque el estómago no ha vuelto a ser el mismo.

domingo, 18 de octubre de 2015

Primer día en China :)

LLEGADA AL TEMPLO 
Llevábamos ya viajando sin parar ... pues calculemos, (solo horas prácticas) 4 horas de avión mas 8, más 3 de escala, más las 4 horas para coger el tren y 4 más de viaje en el mismo, luego dos horas y pico, casi tres hasta Denfeng. El caso esque ya estábamos a 16 y era de noche allí, cuando al fin llegamos a Denfeng. 
Cenamos unos noddles fritos (más buenos)en una calle muy popular del ¨pueblo¨, que estaba abarrotada de puestos vendiendo batidos de frutas, brochetas, platos diversos, empanadillas... me pareció una forma genial de cenar, te coges tu comida o la encargas en el puesto que mas te guste te sientas en una mesa próxima, y te lo sirven. Una forma muy popular de cenar en China, lo vimos en varias ciudades mas, pero ninguna con el sabor de Denfeng.
Masai no nos dejó pagar. Otra vez.
Después de cenar cogimos un taxi y llegamos a Fa wang. 

CONTACTO CON EL TEMPLO
El templo estaba subiendo una carretera curvilínea, salpicada de restaurantes y bares, y gente subiendo y bajando. Al parecer era el paseo nocturno en Denfeng. El templo estaba arriba del todo, cuando hacia rato que dejamos atrás el ultimo bar. Estaba completamente a oscuras cuando llegamos. Traspasamos los muros rojizos, por una ruinosa puerta de madera, y entramos. Solo había una luz de neón que iluminaba los lavaderos y poco más. Absorbíamos cada detalle, escudriñando la oscuridad.
Había una tiendecita donde nos dieron un cubo a cada una, un jabón, una toallita, cepillo de dientes, pasta y detergente, dos trajes y dos pares de feiyue, y una sonrisa entre cariñosa y divertida. En la tienda estaban 3 maestros charlando y bebiendo te, los niños ya se habían ido a dormir. Había únicamente dos chicos franceses, uno rubio de pelo ensortijado y otro moreno de mirada oblicua (nunca supe si tenia algo de estrabismo o esque miraba así). El moreno se nos presentó, hablando un ingles afrancesado,y  pedante: se llamaba Thomas. Me cayó bastante mal. El otro era Lucas, suizo y hablaba considerablemente bien Chino, nos dijo Masai, por que vivió alli 4 años cuando era pequeño. Ni se acercó. 
Respiramos hondo, sonriendo felices: estábamos en casa. 


SÁBADO: Como llegamos para el finde, Masai decidió tomárnoslo libre y visitar con nosotras el templo Shaolin , uno de los sitios turísticos mas importantes de China. Asique a las 5 en pie, nos vestimos con el traje, pillaron bollos para desayunar y nos fuimos con los amigos chinos pa shaolin. 

Cuando se dice Shaolin os podéis imaginar un templo y monjes alrededor, o algo parecido . En verdad es bastante más que eso. Es mas como un parque natural, con montañas, bastante extenso. El templo en sí es bastante poca cosa, con solo 3 niveles creo recordar ( Fa Wang tiene 5 o 6 si no me equivoco) tremendamente masificado, y eso que llegamos a las 6 de la mañana. Hay mas templitos arriba en las montañas, en la cima de la montaña de la muerte de shaolin, (1/5 de la de Fa Wang pero eso nosotras aún no lo sabíamos, bendita ignorancia.)



Henos aqui en la entrada a Shaolin, gracias a Dios a esas horas no había mucha gente pasando




 La montaña de la muerte de Shaolin


Foto típica en la entrada del templo 
                                                  




Esto es una de las salas del templo, con dioses budistas. Esta prohibido hacerles fotos asique es la única que tengo. Y la hice antes de saber que estaba prohibido! 

Como era nuestro segundo día en China, aún conservábamos la inocencia y la amabilidad y aceptamos hacernos fotos con muchos chinos que nos lo pedían... hasta que aquello se pasó de rosca y ya no nos dejaban casi andar, tuvimos que ponernos firmes. Los chinos son así, no tienen piedad cuando quieren conseguir algo. Pero se toman las negativas divinamente. 
Volvimos en taxi al pueblo, comimos en un restaurante (que se convertiría en habitual, porque sabíamos que pedir y como llegar), subimos al templo, hicimos las maletas y nos fuimos pa Zhengzhou. 
Nuestro plan (o mejor dicho, el de nuestros amigos chinos) era ir a Kaifen, una ciudad históricamente muy importante de la región, y de las pocas cosas turísticas que tiene. 
Henan es una provincia bastante pobre, y quitando el templo Shaolin, Kaifen y la espantosa Zhenzhou (no vimos ciudad mas caótica en China como esa) no hay más. Pero en China, como en muchas partes del mundo, las joyitas se hayan escondidas a salvo del pastoreo turístico, que arrasa con la personalidad de los lugares. Lo más bonito suele ser lo menos turístico y por tanto lo más complicado de acceder. Y si encima no hablas chino, mission impossible.
Mi consejo es tratar de hacer amigos en la zona. ;) 
Y cómo dijo mi maestro antes de partir: si chica buena y simpática, chinos buenos y simpáticos. Y tenía razón. No sé si por la novedad de ver dos chicas jóvenes lawai (nos echaban menos años de los que teníamos) rubias,  y con los ojos azules, algo que les deja sin aliento a algunos, sobre todo a la gente más humilde , el caso esque se portaron en general increíblemente bien con nosotras. Y se lo agradecimos de corazón. Así que si veis algún turista chino vagabundeando por Madrid reflex en mano, sed amables con él. Son buena gente y además valientes si han llegado hasta ahí sin saber español. And what goes around, comes back around. ;)


viernes, 16 de octubre de 2015

Llegada a Henan, Dengfeng

 Holaaa! ya me tocaba escribir a mí, Carmen, por si algunos no sabéis la incansable compañera de experiencias viajeras, y tormentos de mi hermana Rosa. 


Como contaba Rosa nuestra llegada a Dengfeng, no sé si ha quedado claro pero haré hincapié en la buena impresión que nos causó esta peculiar ciudad desde el primer momento.

Entre mi atontamiento después del largo viaje, mis sueñecitos en el bus( 2 horas y media) y el jet lag la ciudad ya anochecida me pareció encantadora. Todos los chinos montados en sus motocicletas eléctricas. Familias enteras ,4 personas, niños de pie agarrados al manillar ,chicas adolescentes y chicos que salían el viernes por la noche todos pitándose(costumbre a la que luego encontramos su sentido) contribuían al ambiente de éste bullicioso Dengfeng. Llegamos con Masai a una calle en la que por la noche montaban puestos de comida callejera. Batidos de frutas naturales perfectos para aplacar el calor , tallarines, brochetas de todo tipo de colores etc. Aún no conocíamos la inevitable tendencia de añadirle picante a todas éstas comidas, ese picante que te destroza el estómago o todo lo que tengas dentro, gran importancia tuvo el temido picante en este viaje, aviso!!!




Dengfeng se sitúa en una histórica provincia central de china, Henan, donde se dice que surgió la civilización china y se instauró su primera capital. Cuenta con ciudades históricas como la famosa ciudad de Kaifeng( que luego visitaremos) o Luoyang y su capital es Zhengzhou por la que pasa el río huang he,río amarillo.















 Después de comer tallarines específicamente NO picantes y observar más detenidamente todo lo que me rodeaba aún sin dar crédito a muchas cosas (como que llevaban a los bebes en carritos de madera) nos encontró el taxi que nos subiría la templo. Un taxista al que más tarde acudiríamos en todas nuestras escapadas del templo, era el único que no nos timaba. Desde el taxi quedamos entusiasmadas con Dengfeng, ése pueblecito en el que según Masai no había nada, a nosotras nos pareció perfecto para comenzar  nuestra inmersión en el mundo Chino y acorde con el ambiente tranquilo y familiar del templo. “Un pueblo”, comparado con las grandes urbes Chinas, rodeado por las montañas que albergaban el templo y por el que pasa un pequeño río. Para nosotras una ciudad a la que no le hacían falta más turistas ni dinero ya que fue la ciudad con más encanto y acogedora que encontramos en China a lo largo de nuestro viaje. Puede que me alargue mucho al principio, pero el resto del mes se pasó volando, duro e intenso eso sí que quede claro.

jueves, 15 de octubre de 2015

Tren a Zhenzhou, primer contacto con cultura China o el infierno de coger un tren en pekin.

El tren a Zhenzhou

El tema del tren chino nos preocupaba un poco. Habíamos reservado el billete con antelación (y por un pastón) desde Madrid y teníamos un papel en ingles con la reserva. Cuanto poder en un cacho de papel. Carmen había mirado como llegar desde el avión a la estación de trenes. Afortunadamente teníamos como 4 horas de  margen para cogerlo. Salimos contentas, con ganas de comernos china, pero tras perdernos repetidamente por el metro de Pekín ( estábamos aun atontadas por las 12 horas del viaje + escalas) con una mochilona y una maleta embarazada a cuestas, con la mala suerte de pararnos en estaciones sin escaleras mecánicas ( por lo demás el metro de Pekín es fácil de usar y muy cómodo) , ya empezamos a ponernos nerviosillas. Cada vez que veía escaleras el corazón se me hundía un poquito.




Llegamos a la parada y emergimos por la boca de metro a lo que me pareció un caos total:  muuuchos chinos, subiendo, entrando saliendo, empujando. Intenté atropellar a los menos posibles con la embarazada, mi maleta rosa chillón y carmen haciendo lo posible por no matar a alguien con un revés del mochilón que llevaba. Se nos estaba acabando la paciencia. Salimos a una especie de plaza, abarrotada, porque afuera estaba diluviando. Veíamos un montón de sitios donde ponía ticket office, otros donde ponía un símbolo de tiket letras en chino y chinos mirando, pero de la estación de trenes ni rastro. Intentamos preguntar a gente aleatoria, por si teníamos suerte y alguno hablaba ingles. Ni papa. Probamos a echar a andar por la acera, todo estaba lleno de colas, de gente haciendo colas. Pero para que eran las colas?!? Letras en chino.  Como podía haber tantos sitios para comprar tikets y ninguna maldita entrada a la estación?! Venga a dar vueltas. 
Probamos a volver al metro y preguntar en el punto de información. Entrar tal y como estaba a reventar de chinos (digo chinos, porque ahí ni un extranjero) era toda una prueba de fondo. Empujamos, esquivamos, y nos mandaron de vuelta afuera… ya desesperadas y con cada vez menos tiempo de margen decidimos hacer una cola aleatoria, al interior de un edificio pegado al metro. 
Ah por supuesto olvidaba decirlo que fuimos tan pánfilas de no llevar traductor en el móvil el primer día. xD Nunca más. Me las arreglé para hacerle entender que queríamos llegar a la estación al guardia muy simpático, que uso su traductor para decirnos que era aquí, y que teníamos que recoger los billetes en la ventanilla. Ya una vez billete en mano, casi llorando de la emoción, nos dijeron que la estación estaba ahí mismito, todo recto. 
Que ni el anden 9 y ¾.

Llegamos a la sala de espera del tren, fue hacernos unos noddles, estábamos hambrientas y abrieron las puertas para entrar. -.-  dejo el tema interesantísimo y apasionante sobre los trenes chinos para otro capítulo.
Entramos de las últimas, por supuesto, porque ahí se cuela todo el mundo, sin protestas ni gritos. Disciplinadamente caóticos,  o pacíficamente indisciplinados quizás. Nos quedamos sin sitio para poner las maletas, pero no nos importó. Lo habíamos conseguido!!!  Habíamos llegado al tren! Respiramos tranquilas. En Zhenzhou nos recogería un amigo chino de la escuela, Masai, con el que iríamos hasta el templo.
Yo dormí todo el camino, con la cabeza colgando en ángulos imposibles. 







sábado, 10 de octubre de 2015

preludio, kaishi.

 Y nos fuimos a china... así de fácil? 
claro que no, en este viaje no hubo nada fácil desde el principio hasta el final . 
Ayss, que nervios! no sé por donde empezar.
Han pasado ya dos  días desde que llegamos. Por supuesto, no caímos en que en China el google, youtube etc están vedados. A no ser que te llames Romain, seas un poco friki del internet y hayas encontrado en los confines de la red un software maravilloso que te deje usarlo. Pero yo me llamo Rosa, y la tecnología cuanto más lejos, mejor. 
Lo primero que quiero aclarar antes de comenzar con el relato de aventuras y desventuras, es que 
1. soy humana y mi opinión es subjetiva, ANTE TODO. Soy incapaz de escribir de forma imparcial, perdonadme. Pero como para poder juzgar deberíais haber estado allí quedáis a merced de mi juicio, eso si, conste que hasta en los peores momentos siempre hubo luz.
 Y 2. No hablamos chino, y eso vuelve cualquier situación sencilla un infierno. 
Así, dicho esto, entre dos suspiros, comenzó el viaje. 
15 de julio, salida de Madrid.  Y mucha emoción, expectación nerrrvios, y por supuesto cierta desconfianza. No dormí nada esa noche.

Es difícil caminar a oscuras e intentar dejarte llevar, y por lo que a mi respecta iba derechita al abismo. ¿China? ¿Qué sabía yo de china? Era un país muy grande, con muchos chinos, palillos, comida china y poco más.  El motivo esencial del viaje era ir a un templo shaolin a practicar el deporte que nos apasiona: el kung fu.  
¿ Y qué es un templo shaolin? Un templo budista, con monjes que viven allí, cumpliendo con sus votos y que además tiene una escuela de kung fu, aparte de ellos, con profesores que NO son monjes, de hecho muchos suelen casarse y tener hijos. Pero vivir allí es terriblemente esclavo, incluso para los chinos, así que no duran mucho. 



esto es Fa wang, el templo a donde nos dirigíamos.

Los alumnos son niños de entre 5-18 años, allí reciben una educación física y una disciplina increíbles ,pero unos conocimientos generales (mates, conocimiento del medio...) bastante pobres. Y no saben una palabra de inglés. Entrenan unas 10 horas al día de media, con descansos, y los meses de Enero y Febrero los pasan fuera con la familia, el resto del tiempo viven allí, y no salen del templo, no se les permite bajar al pueblo a no ser que sean mayores, y como mucho un finde cada mes. Como una especie de internado.
¿Y cuánto tiempo pueden quedarse allí? Sólo hasta los 18.
Bueno, estudiar en china no es gratis, por muy ¨comunista¨ que sea, así que no todos los niños estudian y si encima quieres que tu hijo tenga una educación de cierta calidad, puesto que las públicas aparte de estar abarrotadas al parecer son bastante nefastas, supone un esfuerzo económico considerable para la familia. Muchas no se lo pueden permitir. De la locura de entrar en la Universidad ya ni hablamos. Ser estudiante en China es un privilegio, no un derecho. 
Los niños que van al templo o alguna de las múltiples escuelas de kung fu que hay en China reciben una formación que les abre la puerta a ser profesores, a ejercer como guardaespaldas, o vigilantes y un puñado de privilegiados a salir fuera de China y montar su propia escuela. Para eso tienes que ser MUY MUY bueno y estar tocado por alguna estrella. 
En Fawang íbamos a quedarnos un mes y después pensábamos pasar dos semanas viajando por china. En total mes y medio.
Fawang está en el corazón de China, en la provincia Henan, en un pueblo llamado Denfeng (<3 ) . Para llegar allí volábamos hasta a Beijin, haciendo una escala en Helsinki, y después cogeríamos un tren rápido, ( el primero y el último )  hasta Zhenzou, ciudad principal de Henan, y de allí un bus de varias horas (2 y pico, dependiendo del trafico)  hasta Denfeng y, una vez ahí un taxi aaaaaal fin FAWANG. Un paseíllo. Bueno, todo parece fácil sobre papel.